Por Julio A. Bustinza M. Puno, 1965
Qarabotas borracho que vas galopando por la pampa
montado en tu Choqchi trepador de alturas
agitando afanosamente a los cuatro vientos
el ronzal de rienda larga de tus sueños.
Corre, corre, corriendo en tu alazan de paso largo
y, con tu poncho rojo, lleno de tristezas
flameando cual bandera de libertad
en medio de un silencio de siglos.
Recuerdo que ayer partí muy joven por el poniente
y, llegué hoy, no mas, por la mañana a tu cabaña
viejo y cansado, cargando en mis turbias pupilas
mil recuerdos y tormentos de mis aventuras.
Aquiétame el alma linda Imillita al son de mi charango
que con sus cuerdas afiladas de dolor cortan mis dedos
y tu las curas con tus canciones como dulces zank´ayos
que se derriten en tus labios de ayrampo cordillerano.
Luego me perderé galopando en la negra noche puneña
que muestra en el cielo a lo lejos en la tarde
por el lejano horizonte de ch´illiwares
una carcajada de estrellas rutilantes.
Qarabotas borracho que vas galopando por la pampa
montado en tu Choqchi trepador de alturas
agitando afanosamente a los cuatro vientos
el ronzal de rienda larga de tus sueños.
Corre, corre, corriendo en tu alazan de paso largo
y, con tu poncho rojo, lleno de tristezas
flameando cual bandera de libertad
en medio de un silencio de siglos.
Recuerdo que ayer partí muy joven por el poniente
y, llegué hoy, no mas, por la mañana a tu cabaña
viejo y cansado, cargando en mis turbias pupilas
mil recuerdos y tormentos de mis aventuras.
Aquiétame el alma linda Imillita al son de mi charango
que con sus cuerdas afiladas de dolor cortan mis dedos
y tu las curas con tus canciones como dulces zank´ayos
que se derriten en tus labios de ayrampo cordillerano.
Luego me perderé galopando en la negra noche puneña
que muestra en el cielo a lo lejos en la tarde
por el lejano horizonte de ch´illiwares
una carcajada de estrellas rutilantes.
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